Los verbos que significan leer en la época de Platón

El presente texto es parte del primer capítulo de mi tesis y hoy quiero compartir con ustedes estos interesantes datos. Comentarios y sugerencias serán más que bien recibidos.

En el periodo en el que vivía Sócrates y también Platón se experimentó un cambio drástico en la evolución del conocimiento: la lectura de los textos, no solo en voz alta sino también en silencio, estaba adquiriendo un mayor hábito. Los griegos de aquellos tiempos, en especial los actores y algunos intelectuales, leían por placer, para conocer determinada ley o para representar ante un público una obra teatral o una declamación poética. Cabe resaltar que el grueso de estos lectores eran esclavos pues una persona libre no podía ejercer la lectura porque hacerlo era doblegarse ante el autor y esto significaba perder la libertad. Cualquier griego tenía que tener presente que para “participar en la vida de la ciudad, el ciudadano tenía que ser eleútheros, ‘libre, sin trabas’”[1] de lo contrario estaría condenado a ser un esclavo y no poder expresar su opinión.
            Leer era una sumisión pero al mismo tiempo otorgaba algo de valor para el mundo de los griegos. Jesper Svenbro parte de una pregunta básica: “¿para qué podría servir la ‘escritura muda’ en la que la tradición oral se creía capaz de asegurar su propia permanencia sin más soporte que en la memoria y en la voz de los hombres?” La respuesta que da es que mediante la escritura se podía asegurar de otra manera la posteridad. Una posteridad que estaba dada mediante la lectura en voz alta.
            Fue como leer se volvió parte importante en el desarrollo de la cultura griega. ¿Cuál era la intención de la lectura en voz alta? Para responder a esta pregunta es necesario partir de los distintos significados de la palabra leer, más de diez que son atestiguados alrededor del año 500 a.C. según señala Svenbro en su artículo “La Grecia Arcaica y Clásica: La invención de la lectura silenciosa” y del cual retomaré el siguiente análisis.
El punto de partida propuesto por el historiador arriba mencionado es némein, que significa “distribuir”. La lectura en voz alta no puede ser pensada de otra manera ya que hacerlo es distribuir a los presentes lo que se tiene que decir. El siguiente verbo es ananémein que convierte al lector en un instrumento al servicio de lo escrito. Es el lector el que presta su voz para que la distribución sea posible, sin embargo ello no implica que el lector sea capaz de captar el mensaje. Con el compuesto epinémein el lector distribuye incluyéndose en la distribución. Es gracias a epinémein que un lector no necesita de oyentes pues él mismo puede ser su propio escucha. Dado que némein está presente en los tres verbos Jesper Svenbro se atreve a decir que es némein el centro de una familia léxica que significan leer; y va más allá al relacionar némein con nómos.
            Nómos es el nombre de acción formado de némein y aunque los diccionarios no tienen registrada su relación esta se puede notar con los nómoi de los pájaros en Alcmano o en los de Charondas, legislador de la Grecia arcaica, que eran cantadas[2]. La ley, desde el análisis de Svenbro y por lo manifiesto en las referencias, es “una distribución vocal, apoyándose al comienzo en la memoria, y luego en lo escrito”[3]. Pero con Esparta no sucede lo mismo, tal y como se sabe gracias a Plutarco, ya que para ellos estaba prohibido fijar la ley mediante la escritura. Para los espartanos la palabra que significaba ley se derivaba del verbo eírein, cuyo significado es “decir”. En Roma, al contrario de Esparta, la ley presuponía de lo escrito a tal grado que lex era el nombre de acción de legere, “leer”. Para entender esta relación del némein y legere se debe recordar que légein también tiene el sentido de “leer”. Y si lego significa “leo”, cabe pensar que los romanos retomaron esta palabra de los griegos. Este camino que vislumbró Svenbro es para indicar que légein puede significar “leer”, al igual que némein, y así queda atestiguado en los verbos analégein y analegesthai. Esto da como resultado una familia léxica más.
            Un miembro importante de la familia léxica de légein es epilégestzai, que significa literalmente “añadir un decir a”. Y afirma Jesper Svenbro que “el lector añadía su voz a lo escrito, incompleto por sí mismo. Se supone que la escritura tenía necesidad de légein o del lógos que el lector le añadía; sin él, seguiría siendo letra muerta”[4].
            Pero el verbo indiscutible para los griegos era anagignóskein. Este era el verbo ático y significa literalmente “reconocer”, y ese reconocimiento es el de los caracteres, lo que implicaba saber descifrarlos. Es decir, para el ciudadano ateniense la lectura en voz alta era la posibilidad de dotar de sentido a la escritura.
            De este estudio sobre los verbos griegos que significaban leer en Grecia ahora hay que ver sus implicaciones. La primera de ellas es la relación intrínseca que tiene el escrito con la voz, que a su vez está relacionada con el escritor y el lector. Esta primer relación debe leerse desde la relación de la libertad y el ciudadano. Leer para la mayoría de los griegos era una especie de pérdida de la libertad porque el lector quedaba doblegado ante el escritor. Este sometimiento se da por la segunda implicación. Leer en voz alta es prestar la voz a algo que por sí mismo no puede ser transmitido ni comprendido por los otros. Un escrito necesita apropiarse de la voz con el fin de llegar a ser, de realizarse plenamente. La apropiación de la voz sigue siendo una pérdida del ser, de uno mismo y de la libertad. Para el griego que leía en voz alta no era el sujeto que leía el que decía ello, era un esclavo, alguien que cedía su cuerpo para que otra persona que no está presente pudiera mostrar sus ideas o decir sus mandatos a los demás. Y Jesper Svenbro agrega:
Su voz [la del lector] se sometía, se unía a lo escrito. Ser leído era, por ende, ejercer un poder sobre el cuerpo del lector, aun a gran distancia en el espacio y en el tiempo. El escritor que lograba hacerse leer actuaba sobre el aparato vocal del otro, del que se servía, aun después de su muerte, como instrumentum vocale, es decir, como alguien o algo a su servicio, como de un esclavo[5].

Queda así manifestado el desprecio que se tenía hacia el lector y explica el porqué se solía dejar esta tarea a los esclavos. Porque esta era precisamente la función de los esclavos, la de servir y someterse, la de ser un instrumento. Y esto también explica el motivo de la resistencia de los griegos a leer o a hacer esta actividad solamente para lo estrictamente necesario.


[1] Jesper Svenbro, “La Grecia Arcaica y Clásica: La invención de la lectura silenciosa”, en Historia de la lectura en el mundo occidental, bajo la dirección de Guglielmo Cavallo y Roger Chartier, Ed. Taurus, 2009, México, pág. 70, p.p. 583.
[2] Ibídem pág. 64.
[3]  Ibídem.
[4]  Ibídem, pág. 66.
[5]  Ibídem, pág. 70.

Comentarios

Sr No quiero ha dicho que…
una de mis entradas favoritas en tu blog!!! gracias.
Moisés ha dicho que…
¿Por qué es una de tus entradas favoritas?
De nada.
Teri Yakimoto ha dicho que…
Me da mucho gusto que retomes el trabajo de la tesis...

El tema del texto en general me resulta muy interesante. Sin embargo, resulta complicada su lectura debido a la extensión, al soporte en el que hay que leerlo (el blog, quiero decir) y por el tema (es difícil seguir el asunto de las etimologías y raíces del verbo leer, pero entiendo perfecto que es una parte fundamental para el sentido de tu tesis en general).

Sigue chambeando!!!
Saludos y un abrazo...
Moisés ha dicho que…
Muchas gracias Teri. Sí, está bien interesante esa parte de la tesis. Ahora espero que con la revisión las cosas que se tengan que modificar no sean tan drásticas.
De la extensión, es un poco largo. En word son tres cuartillas, pero creo que valía la pena compartir esto en su totalidad.
Y claro que seguiré chambeando. Por cierto, en realidad no he dejado de trabajar en el tema, la cosa es que no encontraba nada útil.
Te mando un gran abrazo.
Saludos.

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