Reflexiones sobre la actualidad del libro
Elogio de la fotocopia Ensayos de Roland Barthes rayados con destacadores fosforescentes, poemas corcheteados de Carlos de Rokha o de Enrique Lihn, novelas anilladas o precariamente empastadas de Emmanuel Bove, de Mauricio Wacquez, de Clarice Lispector; es bueno recordar que aprendimos a leer con esas fotocopias que esperábamos impacientes, fumando, al otro lado de la ventanilla. Unas máquinas enormes e incansables nos daban, por pocos pesos, la literatura que queríamos. Leíamos esos tibios legajos y luego los guardábamos en las repisas como si fueran libros. Porque eso eran para nosotros: libros. Libros demasiado caros o escasos. Libros importantes. Recuerdo a un compañero que fotocopió La guerra y la paz a razón de 30 páginas por semana, y a una amiga que compraba resmas de papel celeste pues, según ella, así la impresión quedaba mejor. Por mi parte, la mayor joya bibliográfica que tengo es un peregrino ejemplar de La nueva novela que fabricamos entre varios, con poca destreza, im...