Ni de aquí ni de allá, Sino lo monstruoso

Con motivo de la presentación del libro de mi querido amigo, Francisco de León (@Pacodeleon), en el Tec de Monterrey preparé el siguiente texto.

Muchas veces me gustaría pensar que el hombre en algún momento de la historia, de esa historia que ha inventado (como señaló Friedrich Nietzsche en su vaticinador ensayo Sobre verdad y mentira en el sentido extramoral), se ha guiado por la razón y se ha sentido amo del Universo así como de su destino; por cierto, ambos puntos ideales del supuesto hombre moderno desde donde Francisco de León analiza la metamorfosis del monstruo. Y es que el hombre que se guía por la razón se detiene, fuma una pipa y por lo menos resuelve un par de casos sumamente elaborados para la mayoría de los hombres mientras dice "elemental, mi querido…". Me gustaría pensar que ese hombre no es sólo una idea manifiesta por algunos casos reales, sino una realidad concreta en todos los hombres aunque fuésemos muy aburridos.


Una idea, eso es ser hombre: rompimientos con la humano. Desde que hay filosofía están las ideas del hombre, como bien señaló Eduardo Nicol en su célebre libro La idea del hombre, y es que ya se piense en Platón, o en san Agustín; ya en Dante, o en Tommasso de Campanella; ya en Descartes, o en Kant; ya en Hegel, Schopenhauer, Heidegger, Derrida, Foucault, y una largo etcétera, lo que se rastrea son ideas que hacen o una genealogía de lo que es el hombre, o un postulado del deber ser. Así, para Platón el hombre será el encaminado a ser filósofo para estar en contacto con la belleza, la bondad y la verdad. Una búsqueda constante dada por la carencia de la humanidad, de los placeres del cuerpo, del amor por la mentira. Desprecios de lo mundando y corrosivo del ser humano...
      Luego llegó dios, uno pagano para los griegos que tanto amaban a los dioses imponentes (y no a los impotentes), el único o algo así porque también está el demonio. La idea que tenía Platón se transforma: dios es bello, bueno y verdadero. Sólo que a diferencia del filósofo, quien busca porque sabe que no sabe, el creyente no sabe de su ignorancia y no busca porque ya dios está en él. De tener a un hombre activo, un hombre que asume su existencia impuesta por la carencia, viene el hombre que parte de la ignorancia para fundamentar su ser; la carencia lo ha dejado, ya no existe. La felicidad del ignorante, pero creyente, y también del dominado regirá los principios de ser hombre. (Quizá esta idea es la más cercana a la humanidad) Cabe señalar que pese a la creencia en dios siempre hubo hombres que se cuestionaban sobre el ser del hombre, san Agustín, santo Tomás de Aquino, san Anselmo, por mencionar a unos cuantos, creaban modelados del deber ser.
       Entonces se habla de la dignidad de lo humano con el grandilocuente discurso de Pico della Mirandola y en sus palabras retumba la señal del pensar, del asumir, del razonar por sobre todos los seres, sean divinos o inferiores al hombre. Pero bien sabe Descartes y mucho mejor entendió y expuso Kierkegaard, que pensar, asumir, razonar, discernir son acciones que se dicen muy a la ligera pero que llevadas a la realidad son poco factibles, es decir, poner en práctica cualquiera de las tres es lo menos común, pues, es más fácil decir que pienso a pensar o más fácil decir que dudo a dudar, o bien, decir que creo a creer. Y eso, pese a como dirá Kant en La crítica de la facultad de juzgar, que el hombre es el sujeto del conocimiento, es decir, lo que nos distingue de todos los entes es tener entendimiento y asumir el mundo desde el entendimiento mismo.
        Y es Kant quien hará un llamado a los hombres con una frase simple: ¡Separe Aude! (¡Aprende a escuchar!)para invitar, en pleno modernismo, a los hombre a razonar, a buscar la dignidad humana desde el llamado de los ideales de la Ilustración y de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Aprende a escuchar y atrévete a usar tu entendimiento porque sólo así, hombre, puedes ver al otro desde la hermandad, desde el nivel ético que debería imperar en todos los hombres: ¿cómo te gustaría que te trataran? Porque, aunque tengas una nacionalidad, aunque seas un poderoso, no dejas de ser un extranjero frente al otro.
       Pero los ideales, como las hojas de los árboles que son y no siempre las mismas, se fueron con el viento para dar paso a la duda de lo que consideramos humano. Sospechas y martillos que destruyen fundamentos, muertes de una crónica anunciada por un loco en una plaza pública, al medio día y con un farol, dicen que es tiempo de realizar un nuevo ensayo del hombre, de entender al hombre de otro modo, como un superhombre. Sí, Nietzsche levanta la bandera de guerra de las ilusiones ad infinitum, de los juegos de máscaras donde el hombre encuentra la libertad para dejar paso al mismo estado del ser del hombre, el real, el que nunca ha cambiado, me refiero al dominado, al que se resiste a pensar, al que hace por inercia de la masa, al alienado (para mencionar al terrible Hegel y de paso a Marx) por el medio de la comunicación, el nuevo dios de los hombres (pongan a un payaso del otro lado del monitor y tendrán a un dios con sus miles de seguidores en Twitter). Esto es ser hombre, y no el deber ser, no los ideales. La indiferencia, el egoísmo, el dominio, el poder... El hombre es el lobo del hombre, dijo Hobbes...
José Luis Zárate, Paco de León, y yo.Foto Ricardo

Para no extenderme más en cómo debería ser el hombre o en cómo es, cerraré brevemente con la idea del monstruo, pensando más en que este texto sea una nota al pie de página de Prometeo en llamas, pues en este escrito, Francisco, a mi gusto, hace una excelente genealogía del monstruo.
         Un monstruo es el ser que por su alteridad, por ser diferente al hombre (ya sea por preferencia ideológica, religiosa, deformidad corporal o deformidad mental) asume su ser sin miedo a la muerte ni a la vida. Ya se piense en el monstruo de la novela con la que De León parte su estudio: Frankenstein; ya sea con El Jorobado de Nuestra Señora de París o cualquier otro que tengan en mente, esos seres relegados, es hombres que fueron excluidos de ser hombres para ser monstruos, encontraron en su monstruosidad la grandeza misma de los ideales de lo que debería de ser el hombre: se escucharon, se conocieron, asumieron lo que son y actuaron como el que se avienta al abismo para ser.

Siendo a sí, prefiero ser un monstruo a un hombre.


México, 20 de abril de 2012.

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