Eratas...
No hay mayor maldición para un corrector que el lector encuentre errores en el texto y los haga notar. Digo esto desde el punto de vista del corrector que soy. Sí, cuando te enseñan que algo se te fue sientes que se te revuelve el estómago y que eres el más ignorante de los correctores, que mereces trabajar en cualquier almacén, que mereces no ser. Lo sé, exagero un poco, pero la verdad es que duele mucho el orgullo cuando te enseñan los errores que "se te fueron".
Yo procuro señalar los más graves que veo en los libros no con la intención de agraviar al compañero evidenciando su trabajo ante el lector (finalmente puedo ser medido con la misma vara), sino que hago esto con la idea de hacer que los compañeros de gremio se fijen (me incluyo en esto) más en lo que hacen.
Ciertamente es raro el medio escrito que no tiene erratas, pero muchas son inocuas aunque idealmente sería bueno que no estuvieran ahí. Pero otras son realmente un gran descuido, como lo que pasó en el libro Una historia de la lectura de ALBERTO MANGUEL. Pongo el nombre y el apellido para que noten el problema que está en el colofón. (Sí, hay personas como yo que gustamos revisar el colofón para ver la tipografía utilizada, el papel y los pocos datos que la editorial nos quiera regalar).
Sin más les dejo la errata:
Pero este no es el único error que presenta el libro pues al final del cuerpo de texto agregaron los anexos. ¿Anexos? Lo que uno encuentra es de inmediato una nota donde aclara el autor que no incluye una bibliografía porque todos los libros que consultó están en las notas a pie de página ubicadas al final del cuerpo.
Ciertamente es un libro pesado de leer. Y considero que es medianamente una justificación para el corrector y el editor pues seguro son de esos libros que uno ansia terminar, por lo pesados y aburridos, para así dar inicio a un nuevo libro.
Es un libro pesado de leer no porque la información que contiene sea basta y difícil de digerir. No, para nada. La lectura del libro, al menos en mi caso, ha sido lenta (y tampoco se debe a sus casi 600 páginas); esto es más porque el libro no tiene orden. Las ideas están dispuestas sin una cronología que indique la historia de la lectura. En parte esto de se debe a que es una historia de la lectura, una muy personal y que parte desde una experiencia lectiva. Así, Manguel relaciona su experiencia lectora con la historia de la lectura y por eso va de la oralidad al libro de bolsillo.
Además de la ausencia de un orden cronológico, el libro tiene juicios que a mi parecer no están cuidados con el respaldado que requieren estos temas. Me parece que hay un manejo de fuentes muy arbitrario.
Pese a todos los inconvenientes que encuentro en el libro, además de los que aquí pretextan para hablar de él, es que es emotivo en el sentido de que es algo que va de lector a lector. Y en un interés totalmente personal me resulta interesante porque me dejó muy claro cómo es que los lectores ven el libro, por lo menos cierto tipo de lectores.
Yo procuro señalar los más graves que veo en los libros no con la intención de agraviar al compañero evidenciando su trabajo ante el lector (finalmente puedo ser medido con la misma vara), sino que hago esto con la idea de hacer que los compañeros de gremio se fijen (me incluyo en esto) más en lo que hacen.
Ciertamente es raro el medio escrito que no tiene erratas, pero muchas son inocuas aunque idealmente sería bueno que no estuvieran ahí. Pero otras son realmente un gran descuido, como lo que pasó en el libro Una historia de la lectura de ALBERTO MANGUEL. Pongo el nombre y el apellido para que noten el problema que está en el colofón. (Sí, hay personas como yo que gustamos revisar el colofón para ver la tipografía utilizada, el papel y los pocos datos que la editorial nos quiera regalar).
Sin más les dejo la errata:
Pero este no es el único error que presenta el libro pues al final del cuerpo de texto agregaron los anexos. ¿Anexos? Lo que uno encuentra es de inmediato una nota donde aclara el autor que no incluye una bibliografía porque todos los libros que consultó están en las notas a pie de página ubicadas al final del cuerpo.
Ciertamente es un libro pesado de leer. Y considero que es medianamente una justificación para el corrector y el editor pues seguro son de esos libros que uno ansia terminar, por lo pesados y aburridos, para así dar inicio a un nuevo libro.
Es un libro pesado de leer no porque la información que contiene sea basta y difícil de digerir. No, para nada. La lectura del libro, al menos en mi caso, ha sido lenta (y tampoco se debe a sus casi 600 páginas); esto es más porque el libro no tiene orden. Las ideas están dispuestas sin una cronología que indique la historia de la lectura. En parte esto de se debe a que es una historia de la lectura, una muy personal y que parte desde una experiencia lectiva. Así, Manguel relaciona su experiencia lectora con la historia de la lectura y por eso va de la oralidad al libro de bolsillo.
Además de la ausencia de un orden cronológico, el libro tiene juicios que a mi parecer no están cuidados con el respaldado que requieren estos temas. Me parece que hay un manejo de fuentes muy arbitrario.
Pese a todos los inconvenientes que encuentro en el libro, además de los que aquí pretextan para hablar de él, es que es emotivo en el sentido de que es algo que va de lector a lector. Y en un interés totalmente personal me resulta interesante porque me dejó muy claro cómo es que los lectores ven el libro, por lo menos cierto tipo de lectores.
Comentarios
Abrazo
El título no tiene ninguna errata dado que es totalmente intencional que diga "erata". Lo puse así por una historia que leí en El libro y sus orillas y que versa más o menos así: "Algún libro orgulloso declaró en su última página: «Este libro no tiene eratas»."
A esa erata malvada era a la que me refería, por cierto, el artículo lo retomé de aquí: http://algarabia.com/ideas/elogio-de-la-errata/
Saludos.